Usted, ¿se vacunará o es xonófobx?


La construcción del discurso de odio en una Nación no se logra de la noche a la mañana, y se lo debemos a la gran labor de los grandes productores comunicacionales. No es casual que hoy no le tengamos miedo en absoluto a los misiles estadounidenses, pero sí a los médicos cubanos, y más recientemente a la vacuna rusa contra el coronavirus.

«Disculpe mi ignorancia, le voy a hablar desde una cuestión de sentido común que escucho en muchas personas, ¿por qué yo siento que la vacuna rusa es menos confiable que la de Oxford? Es decir, si a mí me dan a elegir, yo me pongo la de Oxford, porque la rusa no me da confianza, ¿estoy equivocada?», preguntó Lorena Maciel, conductora del noticiero en el canal TN a Carla Vizzotti, secretaria de Acceso a la Salud.

«Te pasa eso porque lo escuchás en todos los medios y por eso nuestra responsabilidad es salir a explicar que todas las vacunas están en la fase 3 de investigación y que la respuesta no la va a dar nadie más que el resultado de la fase 3 y las entidades regulatorias», fue la respuesta de Vizzotti.

En este sentido, considero un deber como comunicadorxs ampliar el concepto del por qué y el cómo nace un discurso tan xenófobo. Me encantaría tener la paciencia y sutileza de la viceministra, pero no puedo ante los discursos de odio, cargados de xenofobia, dar una respuesta con tranquilidad.

Siempre sostuve que confío plenamente en las «buenas intenciones» de la trabajadora de TN, la empresa de medios más grande de Argentina, como también confío en que ella no es una mala persona. Más bien podría asegurar, como bien lo plantea ella misma en su pregunta, que solo es ignorante, junto a sus compañeros de trabajo.

Desconocer el rol fundamental de los medios de comunicación en la producción del sentido común, mirar para otro lado a la hora de buscar responsables sobre quién instala los discursos sociales, y lo que es peor, negar que dichos medios condicionan y son factores fundamentales en la formación de la opinión publica, es de un nivel de ignorancia tal que considero imposible poder llamar periodistas a personas así. Sí son trabajadorxs de medios de comunicación, aunque como bien diría el novelista Roberto Artl, estas personas no son periodistas, no publican para informar sino para confundir a sus lectores/televidentes/oyentes y de esta forma poder sacar provecho de la confusión. Tienen solo un interés, que no es social, sino puramente económico.

Aquí la pregunta central es, ¿usted se vacunará contra el coronavirus o es xenofobx? La construcción del discurso de odio en una Nación no se logra de la noche a la mañana, y una vez más se lo debemos a la gran labor de los grandes productores comunicacionales.

¿En cuántas películas Estados Unidos salvó al planeta de los extraterrestres? ¿En cuántas fue la «gran Nación» que se metió en la Segunda Guerra Mundial para acabar sola con el nazismo? Pero, ¿por qué en esas mismas historias no aparece jamás la gran ayuda de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que al fin y al cabo fueron quienes llegaron, paso a paso, hasta Berlín para darle la última estocada a Adolf Hitler? No es casual que hoy no le tengamos miedo en absoluto a los misiles estadounidenses, pero sí a los médicos cubanos, y más recientemente a la vacuna rusa contra el coronavirus.

Es por esto, que una vez y para siempre, debemos aceptar y entender a los medios de comunicación como una práctica educativa. Buenfil Burgos, doctora en análisis político del discurso por la Escuela de Estudios Comparativos de la Universidad de Essex, en Gran Bretaña, se refiere a lo educativo como una herramienta transformadora, sumado a que «es una práctica social que interviene de forma determinante y específica en dos sentidos: conformadora del sujeto revolucionario y conformadora del sujeto que reproduce y acepta las relaciones sociales dominantes». Es decir, la práctica educativa (en este caso a través de los medios de comunicación) logra, a través del discurso, condicionar, persuadir, convencer, generar, crear (o no) conflicto. Puede provocar una mirada acrítica y transformadora de la realidad.

Por ende, gústele a quien le guste, no se puede negar que una película, una serie, una obra de teatro, una canción, un cuadro, toda producción artística es un acto político, es una herramienta transformadora de la realidad y una práctica educativa. Y no se puede dejar a un lado el análisis de la intención que lleva detrás la producción de la obra artística.

Una sociedad que fue educada con las películas de Hollywood, que claramente son producidas con una interés político para imponer la imagen de que los héroes son los norteamericanos, mientras que en contraste muestran a los rusos como el enemigo al que siempre se debe derrotar o invisibilizar, es muy probable que le tenga desconfianza a una vacuna por el simple hecho de ser producida en Rusia. De esa forma es mucho más sencillo crear historias alocadas para justificar el rechazo.

Este año será recordado, no solo por la pandemia, sino por el intento de una empresa de medios de comunicación, que en sus antecedentes figura aliarse a las dictaduras y beneficiarse de las peores crisis nacionales, de sembrar dudas y rechazo en una vacuna, algo que podría beneficiar y mejorar la calidad de vida de millones de personas, por razones políticas y xenófobas.


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